Nuestras puertas y brazos están abiertos esperando por ti. Siempre oramos por los que han de llegar y le pedimos a Dios que cumpla Sus propósitos en la vida de cada persona que Él trae a Canaán.
Un tiempo atrás caímos en un abismo oscuro que parecía no terminar. Fueron tiempos de profundo sufrimiento, angustia y más pérdidas que lo que un corazón puede soportar. Creíamos que nuestra vida: familia, matrimonio y ministerio habían llegado a su fin, sin embargo no fue así, por el contrario, el Señor nos dio una nueva vida.
Sus caminos son más altos que los nuestros y siempre nos da más de lo que pedimos o soñamos. Dios no solamente restauró nuestra familia, sino que nos llamó a colaborar con Él en la restauración de otros. ¿Cómo? Simplemente siendo una familia, compartiendo nuestra historia, y los tesoros recibidos durante nuestro proceso. Y así, de esta manera, muchos han venido a refugiarse buscando ayuda, han creído y le han permitido al Señor sanarles.
Hoy somos una comunidad conformada por personas que un día estuvimos sin esperanza, muertos en vida, dedicados a dar esperanza y vida, a amar, a consolar y a caminar con aquellos que dicen Sí a la invitación del Señor a ser sanados.
Hay un lugar para ti en Canaán, bienvenido.
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