En el relato bíblico de la creación, se nos enseña que tanto el hombre como la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Esta perspectiva nos invita a reflexionar sobre la importancia y relevancia de la masculinidad y feminidad en nuestra vida cotidiana. Ambos géneros representan la imagen de Dios en la tierra, ya que Él posee atributos tanto masculinos como femeninos.
Cuando Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, no se estaba refiriendo únicamente al varón, sino al ser humano. Más adelante dice que Dios creó al hombre (ser humano) a Su imagen, los creó varón y hembra y los bendijo a ambos. Esto quiere decir que no solo el varón fue creado a imagen de Dios. También lo fue la hembra. Tanto la masculinidad como la feminidad representan la imagen de Dios en esta tierra pues Él tiene atributos masculinos y femeninos. Así como la trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son tres personas diferentes y un solo Dios, cuando un hombre y una mujer se hacen una sola carne, podemos ver la representación de la trinidad en todo su esplendor: son dos personas diferentes que se hacen una sola carne (Génesis 2:24). A pesar de que nos referimos a Dios como “Él”, Dios tiene todos los rasgos de la masculinidad y feminidad combinados de manera perfecta en Su naturaleza divina.
La masculinidad, en su forma original y equilibrada, se caracteriza por su capacidad para tomar la iniciativa, Hacer, Iniciar, Liderar, Defender y Perseverar y proteger. El hombre, como expresión de la masculinidad de Dios, tiene el potencial de dar forma a su entorno y perseverar en la búsqueda de sus metas. Sin embargo, en su versión caída, la masculinidad puede manifestar características negativas, como la dominancia, la dureza y la represión emocional. Esta distorsión puede llevar al abuso de autoridad y a la negación de las necesidades y emociones de su propia familia. Por otro lado también podemos encontrar hombres pasivos que no asumen su liderazgo y se vuelven apáticos a asumir su rol o defender su entorno y familia.
Por otro lado, la feminidad en su esencia equilibrada se caracteriza por su capacidad para someterse a la autoridad adecuada y liderar desde una autoridad amorosa. Además, tiene la capacidad de impartir vida, nutrir, establecer conexiones profundas y brindar consuelo a otros. Se muestra como un regalo que permite estas cualidades.
Sin embargo, la masculinidad caída en la mujer puede manifestarse de manera dominante, controladora y temida por quienes la rodean. Esta distorsión puede llevar a una pérdida del contacto con la verdadera feminidad y a una búsqueda desesperada de independencia y poder.
La feminidad caída también se manifiesta como un rechazo hacia la masculinidad, donde la mujer muestra una debilidad extrema y depende completamente de otros para tomar decisiones.
Esta situación suele ocurrir en familias disfuncionales, donde un adicto controlador y manipulador asume todas las responsabilidades en el hogar, anulando por completo a su pareja. Cuando el adicto desaparece, estas mujeres se encuentran perdidas e incapacitadas para tomar decisiones por sí mismas. En resumen, la feminidad caída se manifiesta como una debilidad en todas las áreas de la vida.
En lugar de proporcionar vida, esta feminidad extrema actúa como una aspiradora que absorbe la energía de los demás, ya que depende por completo de otras personas
Es importante reconocer que la distorsión de la masculinidad y la feminidad ha causado un impacto negativo en generaciones enteras. Uno de los efectos más profundos es el rechazo, la pérdida de identidad y la confusión sexual. La masculinidad caída puede ser una de las raíces del homosexualismo y del lesbianismo, mientras que la feminidad caída puede generar una aversión hacia los hombres y una identificación con atributos masculinos.
Además, la distorsión de la masculinidad ha dado lugar a generaciones de hombres en los que no se puede confiar, lo que ha afectado negativamente las relaciones familiares, de amistad y laborales. Las mujeres que se encuentran en estas situaciones se ven obligadas a asumir roles que no les corresponden, llevando la carga financiera y enfrentando los desafíos solas.
La masculinidad y la feminidad, en su estado original y equilibrado, son valiosas y necesarias en la sociedad. Reconocer y comprender las diferencias entre ambos géneros nos permite apreciar la diversidad de talentos y habilidades que cada uno aporta. Entendiendo que fuimos creados para vivir en una masculinidad o feminidad equilibrada podremos superar las distorsiones que el mundo nos ha presentado como verdad, como las ideologías de género.
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